Elvira, la voz de un ángel es, ante todo, la historia de un lugar. La pertenencia a un sitio, el paisanaje, une a los seres humanos por encima de las diferencias e incluso de los enfrentamientos que entre ellos hayan podido existir. Esta es, sin duda, la principal idea que ha guiado al autor. El hilo conductor de la historia son las memorias del protagonista, que concluyen en los albores de la adolescencia después de haber tenido experiencias que habrán de ser trascendentales en su vida. En la novela se intercalan episodios del pasado, ocurridos en el mismo pueblo en el que se desarrollan los hechos. Son tres casos ejemplares: el de un soldado recién licenciado que en el siglo XIX ejerce en el pueblo los oficios de maestro, sacristán y escribano y que supera la muerte sucesiva de la mayoría de sus hijos gracias a la fe que lo sostiene; el de una mujer sufrida y paciente que perdona a los agresores de su hijo enfermo en tiempos de la Segunda República, siguiendo el ejemplo de una prima suya que también había perdonado a los asesinos de su marido, y el de un hombre honrado que desempeña el cargo de alcalde en los duros años de la posguerra y que se desvive por atender a sus vecinos, sobre todo a los más desfavorecidos. Es una novela de amor, de perdón y reconciliación con el pasado, de amistad, de vivencias compartidas, de dolor y adversidades que se superan, de esperanza y consuelo, de fe y confianza en la Providencia.