Los libros lo saben todo, máxime de quien los escribe, leerlos es igual que leer el alma de su autor. Este poemario, sin ir más lejos, sabe que quien lo ha escrito es una mujer con una sensibilidad y emoción superlativas y, a la vez, que es fuerte como un roble. Para ella, componer poesía es el modo de conjugar esa dicotomía de sensibilidad y fortaleza, la forma en que conviven alma, mente y corazón, sin que ninguno la desgarre, es su manera de sobrevivir a la inmensidad de sus sentimientos. Se arriesga en cada emoción, se deja llevar al extremo, en la esperanza de que ese afecto intenso sea infinito…pero, si no ocurre, su mente la sacará del trance... ¡¡y nos regalará un soneto!! Quien la conoce sabe que Ana posee un tesoro: las experiencias vividas con absoluta entrega y pasión. Pero, además, un don: su facilidad para ponerlas negro sobre blanco y conseguir que nosotros, sus lectores, vivamos igualmente sus emociones. Un lujo disfrutarla.
Nicolás F. Calvo
Y al cabo sólo soy una amalgama
de recuerdos, heridas y rarezas,
un motor al que le faltan piezas,
una sombra de amor que se derrama.