Énnia era una jovencita que vendía golosinas a los niños y que cada noche se acostaba para soñar con mundos extraños y mágicos.
En una de esas ilusiones fue a parar a un lugar donde conoció a Ilga, una “niña de los sueños”. En el mundo maravilloso de la niña los árboles eran color de plata y los pájaros cantaban sin cesar. Pero para Ilga aquello no bastaba, porque quería ser de verdad y no solamente una “niña de los sueños”.

Énnia y la niña iban de mundo en mundo con la facultad que habían recibido -no sabían de quién- de poder volar. Así recorrieron diversos mundos, como el de los duendecillos y duendecillas, o el de los habitantes que no conocían los pájaros, porque no existían. Fueron al mundo del Hechicero de los Mares, allí encontraron dos caballos que reían y volaban, igual que la chica y la niña, entonces Énnia e Ilga empezaron a ir en corceles por el aire. También pasaron al otro lado de las cordilleras que estaban más allá del mundo se los sueños, pero dentro del mismo, y se encontraron con el Hada de Negro, quien las hizo prisioneras. Sin embargo, habían conocido a un pastor que fue a salvarlas, también volando… Es un cuento de fantasía, pero también contiene una gran dosis de ternura y de amor a todas las cosas.